sábado, 30 de abril de 2016

El cuento del libro de historia


MAESTRO: - La historia de Dinamarca empleada para atar la cuerda de una cometa...

HANS: - A la historia de cualquier país no le viene mal un poco de aire fresco, maestro. ¿No ha oído usted el cuento de aquel libro de historia que se tomó unas vacaciones y volvió con una historia mucho mejor?

(El fabuloso Andersen. Charles Vidor. 1952)

martes, 12 de abril de 2016

La estrella de Jerry

Hoy celebramos el séptimo aniversario de La Gran Pantalla


¡Hola, Jerry!


“La casa de la abuela…

- Abuela, ¿estás orgullosa de mí?

- Estoy orgullosa hasta del aire que respiras.


- Abuela, iré a Hollywood para ser una gran estrella de la pantalla, ¿sabes?

- Que tengas buen viaje.

Abuela. Medía un metro cincuenta y cinco, era rellenita, tenía un lunar precioso en la mejilla, llevaba calzado ortopédico y nunca entraba en la cocina sin antes ponerse el delantal. Una personalidad fuerte cubierta de vestidos floreados. Dios sabe que confié en ella plenamente y en cualquier circunstancia. Y a pesar del tiempo transcurrido, que todo lo borra, persiste en mi memoria infantil el sonido de sus palabras, como si aún estuviera oyéndolas…

- No cambies nunca. 




“Tenía dieciséis años y ganaba 150 dólares semanales actuando en la cadena Loew’s en ciudades como Baltimore, Filadelfia y Boston; viajaba con Irving Kaye, mi representante en las giras y mi amigo de confianza.

- Jerry, ¿sabes cuánta gente estará haciendo ese numerito de cantar con sonido pregrabado?

- Algún día llegaré a la cumbre y ganaré muchísimo dinero, como Berle, como Chaplin… No aspiro a menos.

- Jerry, si quieres triunfar en el mundo del espectáculo, déjate de imitaciones. Deja de actuar con sonido pregrabado y cambia tu número… Encuéntrate a ti mismo cuanto antes.”



“Un día, al principio de mi carrera, estaba de compras en Beverly Boulevard cuando de improviso Clark Gable salió de un restaurante. Como era de esperar, todos los presentes se quedaron mirándole. Nadie se movió hasta que Gable entró en una limusina negra para ser llevado a otro sitio.


Una manzana más adelante yo seguía haciendo mis compras y mirando escaparates cuando oí unas voces excitadas y vi al mismo público de antes riéndose y señalándome: ‘¡Hey, Jerry! ¡Haz alguna mueca divertida! ¡Qué tío tan estupendo!’

Al parecer Gable les inspiraba una especie de respeto. En su presencia se daban codazos y susurraban, mientras que en mí reconocían a uno que les hacía reír y que los hacía felices.

Fue entonces cuando supe que era una estrella.”




Alquilé una máquina de escribir y me puse a trabajar para dar forma al número. Tras escribir el título, que era “Sexo y comedia”, mecanografié laboriosamente estas palabras: Desde tiempos inmemoriales, cuando dos individuos actúan en un escenario, son dos lecheros, o dos cocineros, o dos electricistas, o dos fontaneros; ahora, por primera vez, tenemos a un hombre apuesto y a un mono…

Ése era el plan.



“- Judy Garland está enferma y Sid Luft quiere que la sustituya…

- ¡Hazlo! – me dijo Patti –. Te vendrá muy bien. 

(…)

En la sala, llena a rebosar, sonaron los acordes de ‘Over the rainbow’. A continuación se encendieron los focos y el coro de la orquesta anunció cantando: ‘Miss Judy Garland’.

Salí al escenario. Se oyeron exclamaciones de sorpresa que fueron creciendo hasta dar pie a un aplauso cerrado. Vi a Patti en su mesa, con las manos unidas como si estuviera rezando. Los aplausos eran cada vez más fuertes… cálidos, densos, emocionantes. Era casi imposible pensar…

Cogí el micrófono y dije lo primero que se me ocurrió:

- No me parezco mucho a Judy, ¿verdad? – sonaron las primeras risas. 

La noticia de mi ruptura con Dean todavía estaba fresca, y el público me transmitió la sensación de que todos eran partícipes de mi preocupación. Caminé hacia las bambalinas y saqué a Judy. Parecía que el edificio se venía abajo cuando nos abrazamos. A continuación la senté a un lado del escenario y empecé el espectáculo. La adrenalina no dejó de subirme durante los cincuenta y cinco minutos en que estuve haciendo el payaso sin parar. No podía creer lo que estaba sucediendo: ¡estaba haciendo todo eso a solas, sin Dean!

No sé cómo acabó aquello. El público no quería dejarme marchar. De modo que me volví a Judy:

- ¿Qué pieza cantas al final?

- ‘Rockabye your baby’ – me dijo. 


Y la canté, cayendo de rodillas como solía hacerlo mi padre… ¡Nunca en mi vida había estado tan a mis anchas en un escenario!

Cuando volví al camerino dejé tras de mí a una multitud gritando.

Tres días más tarde estoy en un estudio de grabación de Hollywood. Buddy Bregman, el arreglista, ocupa el lugar del director ante dieciocho músicos que están pendientes de él. De repente sale una voz de la sala de control: ‘De acuerdo, vamos allá… “Rockabye your baby with a Dixie Melody”…'

La Decca sacó el disco en noviembre. Y, créase o no, ¡antes de acabar el año se habían vendido un millón de ejemplares!”



“1957 fue mi año. Tenía treinta y uno y una productora cinematográfica con un suntuoso despacho en la Paramount; además, todo lo que tocaba se convertía en oro. Rodé la película ‘The delicate delinquent’ (Delicado delincuente) con algo menos de quinientos mil dólares y me produjo seis millones.


En 1957 produje también ‘Rock-a-bye Baby’ (Yo soy el padre y la madre), que igualmente me reportó ganancias notables. Y además de todo lo anterior, el ‘Jery Lewis Show’, mi primera actuación importante en televisión como solista. Hice otros trabajos televisivos, giras promocionales de las películas, actuaciones sueltas, etc. Me lancé a la vida como Jesse Owens. Con Dean o sin Dean, yo necesitaba vivir así. Me hubiera gustado que cada día tuviera treinta y dos horas. Yo estaba al timón, siempre en busca de la perfección y sin perder un minuto, porque temía que el mundo se parase si yo dejaba de correr.




The nutty professor’ (El profesor chiflado) fue para mí el punto de partida en todos los departamentos: guión, dirección y actuación. Una película de Jerry Lewis sin el personaje familiar. Esto planteó serios problemas en los despachos de dirección. No podía responder a las exigencias de los tipos que habían financiado la película, y toda la responsabilidad de la elaboración de la misma quedó en mis manos. Estaban preocupados. Pensaban que gran parte del público (esto es, los niños) no la entenderían.

- Les puede meter el miedo en el cuerpo – me dijo un ejecutivo de los estudios mientras nos dirigíamos a la sala de proyecciones.

- ¿Ha oído usted hablar de Blancanieves? – le pregunté –. ¿Recuerda la persecución por el bosque después de que el leñador le salva la vida? Bien, pues a Walt Disney no le planteó ningún problema.

En verano de 1963 organicé una gira para promocionar la película, de modo que en cuarenta días actuaría en treinta y cinco ciudades. A pesar de las críticas poco entusiastas, en todas partes rompimos los récords de taquilla”



“Estaba yo en una suite del Hotel Sahara – que se llamaba la Congo Room – ensayando unas piezas al estilo de Jolson cuando recibí una llamada telefónica de un periodista de la Associated Press. Necesitaba mi opinión sobre no sé qué. Le dije a Joey Stabile que bajaba a hablar con el tipo y que luego volvería a mis ensayos.

Al día siguiente figuraba lo siguiente en los periódicos:


“Jerry Lewis es propuesto para el Premio Nobel de la Paz. 

‘Sólo el hecho de encontrarme en semejante compañía es magnífico’, dijo Jerry Lewis al enterarse de que el republicano Les Aspin, diputado por Wisconsin, le había propuesto para el Premio Nobel de la Paz como reconocimiento de su labor en pro de la Asociación contra la Distrofia Muscular. A lo largo de once años, declaró el señor Aspin, los maratones televisivos del señor Lewis han recogido más de 95 millones de dólares para las organizaciones contra la distrofia muscular. La propuesta ha sido aceptada por el Comité del Premio Nobel del Parlamento noruego para la concesión de 1978. Esta propuesta reconoce la sensibilidad y la dedicación que han permitido a millones de personas ‘expresar su profundo deseo de ayudar a los demás’.”



“No me arrepiento de nada. No cambiaría ni un minuto de mi vida. Tengo la impresión de haber hecho más cosas que la mayoría de los hombres tienen oportunidad de hacer. Me siento muy afortunado y profundamente agradecido por no haber acabado llevando uno de los tambores del desfile. Yo había sido escogido para llevar el bastón de mando… y eso hace que me sienta muy especial”


Eres muy especial, Jerry. Y realmente único. Mil gracias por acudir a nuestra cita un año más.


Jerry Lewis por Jerry Lewis. Memorias. Parsifal Ediciones. 1991